Dr. Elisa T. Di Biase - Dissertation 2014
Betreuung:
Prof. Dr. Eugenia Popeanga Chelaru (Complutense-Universität Madrid)
Gutachter für das “Doctor Europeus”-Programm:
Prof. Dr. Enrique Rodrigues-Moura (Universität Bamberg)
Disputation: 23. Oktober 2014 (Complutense-Universität Madrid)
Dr. Elisa T. Di Biase
La Ciudad de México: cuerpo y materia
Abstract
A través de la obra literaria de José Emilio Pacheco, Juan Villoro y Fabrizio Mejía Madrid, autores sumamente representativos de la literatura contemporánea sobre la Ciudad de México y fundamentales en la creación de su imaginario, en La Ciudad de México: cuerpo y materia, exploramos las imágenes literarias de esta urbe ligadas a cada uno de los elementos –agua, fuego, aire y tierra-, intentando dar cuenta de la naturaleza de una ciudad extrema y desbordada y, sobre todo, de las figuras que genera la interacción de ésta con sus habitantes, la manera en la que estos últimos la interpretan y se enfrentan o adaptan a ella.
Sin embargo, la interpretación no epidérmica, sino crítica de un espacio como el de la megalópolis mexicana no es una tarea fácil. Lo primero que resalta en él es la acumulación generalizada y así se deja ver en la literatura que lo retrata. Acumulación, en primer término, de personas –la población de la ciudad se encuentra entre los 20 y 24 millones-, de capas de pasado y de presente –desde la antigua Tenochtitlan hasta la hipermetrópolis contemporánea, todas las ciudades que ha sido la Ciudad de México conviven en fragmentos simultáneos-, de calles laberínticas e improvisadas, de ciudades perdidas, rascacielos, vecindades desvencijadas, de vehículos, de terremotos, etc.
La Ciudad de México exige mucho a sus habitantes y a quien se acerque a ella. No se entrega fácilmente ni devela sus secretos sin más. Hubo que ir un paso más allá de la acumulación evidente, escapar a la tentación de hacer una enumeración infinita de sus imágenes. Más allá de los elementos que se apilan en el diario vivir de esta urbe, se encuentra la aglomeración de significados que estos albergan y una intrincada relación entre ellos que hubo que intentar descifrar. No nos fue útil la enumeración, sino la agrupación metafórica de las imágenes que, si bien es una estructura móvil y emprendible desde muy distintos puntos de vista, se ha revelado fructífera bajo la perspectiva de los cuatro elementos como condensadores y configuradores de la identidad cultural y literaria de la ciudad.
Para realizar esta focalización de las imágenes urbanas de manera exitosa, hemos, en primer lugar, enfrentado la ciudad y la literatura que la recrea como textos interconectados y, explorando la relación entre escritura y espacio, hemos intentado articular la personalidad literaria de la Ciudad de México y su imaginario desde la perspectiva fundamental de las cuatro esencias.
En este sentido, nos han sido de particular utilidad tanto la fenomenología y los estudios sobre materia y espacio de Gastón Bachelard y Friedrich Bollnow, como las consideraciones postestructuralistas de Roland Barthes y Michelle Foucault, visiones más novedosas y enfocadas a la poética urbana como las de Pierre Sansot y Bertrand Westphal y el acercamiento mitocrítico de Mircea Eliade y la historia cultural de los elementos de los hermanos Böhme. Todos estos recursos teóricos han ayudado a configurar un acercamiento personal y me atrevo a decir que novedoso a las imágenes literarias de la urbe.
La superabundancia de imágenes materiales ligadas a los cuatro elementos tiene, seguramente, mucho que decir de la ciudad y de la relación que los escritores, como lectores y autores de su realidad, sostienen con ella. Resulta, a primera vista, por lo menos desconcertante que una hipermetrópolis desbordada del siglo XXI sostenga vínculos tan subrayados con su materia primera y, a través de ella, con su mito fundacional. ¿En qué radica esta súbita y decidida vuelta de la urbe posmoderna a la primera Tenochtitlan?
A lo largo de este trabajo se deja ver cómo esta insistencia en las imágenes del agua, el fuego, el aire y la tierra tiene, por supuesto, mucho que ver con las ya de por sí desbordantes circunstancias geológicas, geográficas y ecológicas de la urbe, que procuro describir de manera más o menos minuciosa con el fin de aclarar las múltiples cristalizaciones metafóricas de cada uno de los elementos y sus dinámicas. Sin embargo, existe una dimensión mucho más profunda de la relación de la Ciudad de México con los elementos y sus imágenes míticas.
A la naturaleza abigarrada de la urbe se debe agregar una creciente tendencia al caos. Fue Carlos Monsiváis quien señaló la naturaleza postapocalíptica de la vivencia de la ciudad. Los habitantes de la Ciudad de México parecen poblar un mundo después del Mundo, ser fruto de una catástrofe ilocalizable en el tiempo.
La creación del Cosmos ocurre a partir del Caos, el Apocalipsis es una regresión a éste. El ordenamiento de los elementos crea el mundo, su súbito desorden lo aniquila. Los mitos fundacionales y apocalípticos formulan la existencia y la desintegración de un Mundo a partir de los elementos. El cielo y las aguas se separan, dejan espacio a la tierra y el aire. De ellos surgen el Mundo y, eventualmente, el hombre. Los poderes de las materias primigenias son más evidentes y tienen mayor fuerza en los recuentos del origen y la desaparición del Cosmos. Se trata de enunciar la disposición psíquica y sensible del mundo habitado.
La Ciudad de México, puesta continuamente en el filo de la disgregación en el Caos a causa de su crecimiento desmedido y de sus circunstancias inmemorialmente adversas, se aferra a su mito fundacional y a sus imágenes materiales con muchísima fuerza. La literatura de la megalópolis mexicana es el relato de su desgarramiento entre la diaria fundación del mundo y su disolución, es la epopeya de la lucha de una comunidad con el Caos y, a veces, el único relato del no-Mundo convertido en el Cosmos cotidiano, de la normalización de lo impensable.